viernes, 4 de febrero de 2011

SECUESTRARON A MI HIJA


CUENTOS CORTOS
María Eugenia Matú.
 
La sensación de que algo le faltaba, le latió fuerte a Maruchita el sábado por la tarde. Hallábase plácidamente echada “gustando” la tele en la sala de su casa. Las cortinas, tímidas, se habían cerrado porque su atuendo de “mevalemoderslamodadeparís” podría herir la sensibilidad visual de sus vecinos y hacerlos huir en desbandada. La incomodidad empezó a fortalecerse con la entrada de la noche “¿Qué me falta, qué me falta?”. El silencio reinante hacia más fuerte el presentimiento de que algo se le había extraviado.
La imagen le vino a Maruchita poco a poco, primero como un cabello ensortijado “finamente” despeinado (con trocitos de dulce sabor frambuesa), luego como unos ojos incisivos, un par de costras en unas rodillas redondas y pequeñas. Más nítido el recuerdo, este se convirtió en una gorgoreante carcajada, y la vocecita de pato chillón surgió desde el fondo del corazón “¡¡eso no da risa… Andreaaaaa!!”.

Y ahí está ella, mi Apéndice más pequeño, mi tormento, mi martirio, el empeño que Judas nunca regresó a buscar. Larissa y sus tiernos 4 añitos, Larissita dibujando a mamita con sus plumones, asomándose indiscretamente al baño en el momento justo de la comunión con nuestro yo interno “¿Qué haces?... a ver lo veo”. Cierro los ojos y la recuerdo brincando sobre la cama, con el cabello alborotado y la cara llena de chocolate. Mi niña y su lenguaje “Lariseño”. El Apéndice Menor y sus
soberbios y hermosos berrinches a medio supermercado. Abrazando hasta casi asfixiar al buen Beny –el único perro de su vida-. Larissita corriendo desde el último rincón del colegio, brincando mochilas, esquivando magistralmente a compañeritos, mamás y maestros, despidiéndose a gritos de sus cuatas. La recuerdo en su clase de ballet con su gustada interpretación de Tongolele, el estómago de Maruchita se estruja de pesar.

La nostalgia y la necesidad de abrazarla fuertemente hacen que mamita suba corriendo las escaleras y se arriesgue a entrar en la zona de guerra (que es esa recamara que comparte con la ex quince). Mamita abre la puerta de golpe, pero Larissita no está y tampoco están sus plumones, ni sus muñecas, busca la colección de cuentos de hadas y no la encuentra. Desalentada Maruchita baja y se sitúa de nuevo frente al televisor para comprobar que ya no le sabe tan rico el silencio, ya no hay palomitas de microondas quemadas, ni refresco tirado en el piso de la sala. La duda se va afianzando “¿En dónde está mi piscicita?” (Traducción del lenguaje Lariseño: princesita) Hasta convertirse en una certeza agria y seca que no le deja tragar saliva “¡¡han secuestrado a mi niña!!!”, el repiqueteo insistente del teléfono  hace que Maruchita contenga la respiración y responda angustiada (de seguro los secuestradores pedirán las perlas de la virgen) la voz del otro lado del auricular le cimbra hasta el tuétano “Mamá?... Ven por fa, por mi…” “¿Donde te tienen, estás bien, cuanto quieren?”… “mamaaaá!!!...¡donde más voy a estar? En el cine, apúrale que está lloviendo!”

La grandota que se sube corriendo al carro no estoy segura de conocerla, bajo el cabello -cuidadosamente “engelado”- descubro esa misma mirada incisiva, que ahora es coronada por rizadas pestañas llenas de rímel. La misma voz de pato chillón no deja de parlotear, “¿Lari…?”, ella no responde, me ignora olímpicamente (si, es Larissa) continúa su charla con sus interlocutores, que no sé de donde salieron, pero que ahora ocupan el asiento trasero (mandre!!! Esta se trajo a los secuestradores) “tía, me puedes dejar en la siguiente esquina” dice uno de ellos y fieramente me muestra una maraña de fierros que trae enredados en los dientes “Mamá, quita esa cara… ¡que oso!”. ¿Mamá… así, a secas? Ya no soy más mamita? Al estomago de Maruchita le acaba dar melancólicas agruras

¿En qué momento mi niña creció?, ¿Cuándo fue la última vez que el ratón de los dientes cometió la misma burrada de olvidar que tenía que dejarle una lana a cambio de su diente?, ¿Cómo fue que dejó de pedir lechita en la madrugada?, ¿A dónde se fueron esas peleas de antología con su hermana mayor, en las que mamita hacia el papel de “Tirantes”?. Hoy, lo único que desvela a mi engendrito es la madrecita esa (regalo de su tía BereNICE) y a través de la cual se conecta al Feisbuc para preguntarme con ironía “Que prefieres? Que peleemos o que seamos tapadera una de la otra?”.

Este año ya no habrá cartita al panzón vestido de rojo, ni globo de helio, ya no tengo a quien disfrazar para el viernes de corso, ni quien me obligue a ver los padrinos mágicos o Bob esponja. Hoy me di cuenta que una muchacha (que cada vez está más alta que yo) secuestró a mi Apéndice Menor y la obliga a comportarse de manera extraña, ya no más brincos, ya no más carreritas, no creo que la deje colgarse de la portería de la escuela como solía hacer en antaño “¡qué oso!”. La miro y me ignora, hoy no toca en su flauta el himno a la alegría, hoy está intentando cambiar su imagen para mostrar del msgr mientras por lo bajo le susurra a la ex quince “creo que no tiene remedio, tu mamá está enloqueciendo”.

P.D. maruchita21@live.com.mx segura está que el Apéndice Menor ¡nuuunca!!!  será secuestrado y si alguien comete la osadía, a las 2 horas me lo regresan y además…. con una lana.


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