viernes, 6 de enero de 2012

LA SOLEDAD DE UN REY MAGO

María Eugenia Matú.
Soledad aprisiona con fuerza el papel que lleva entre sus manos e inicia su peregrinaje. Como los Reyes de Oriente, que siguiendo la estrella de Belén llegaron al pesebre, la menuda mujer se interna en esa selva en la que se convierten los 1,698 metros de la calle 53 durante el día previo al 6 de enero. Busca llevar obsequios a sus hijos que esperan la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Como ella, hombres y mujeres van engrosando la fila de visitantes a este paseo, se van sumando a la cola de cumplidores de ilusiones. Unos, previsores, ya tienen la lista con los regalos palomeados “sólo vine a comprar dulces y algún otro cariñito” dice la regordeta burócrata en cuyo amplio pecho se lee “Poder Judicial”…. “Y  a que te den tu buena torteada” comenta con una sonrisa su displicente acompañante. Otros esperarán a que con la llegada de la madrugada, y la urgencia de los comerciantes por sacar toda su mercancía, los precios se abaraten. Algunos –como Soledad- pasarán el trago amargo de recorrer una y otra vez, las 5 cuadras que abarca el paseo buscando algo “decente” que llevar a sus hijos. “Son cuatro, el grande ya tiene 12 años y se conforma, pero los más chicos no entienden y el dinero no alcanza” dice en un hilo de voz y busca en las nubes algo que no tiene acá en la tierra “cuando mi marido vivía era otra cosa, pero ya va para dos años que me lo mataron” ahí va Soledad, con la ironía de su nombre a cuestas y la desesperación de no saber cómo comprar -con 200 pesos- juguetes para sus hijos.  
Con los últimos rayos del sol se irá la cordura de los reyes magos. Se irá acercando la hora de los apretujones, del dejarte llevar por la marea de gente, del arrimón con el de junto, con el de adelante, con el de atrás y con el de más allá. “Al paseo viene mucho chamaco buscando relajo” afirma un vendedor de juguetes electrónicos que no oculta en su pujar la cruz de su parroquia, “maa’e, espera que den las 11 de la noche para que veas lo que son los empujones” comenta el yucateco a la enojada adolescente que ha caído sobre su puesto. El pregón se instala desde la calle 8 hasta el Mercado Principal, bicicletas, muñecas, peluches, juguetes didácticos, pelotas y hasta mascotas “tengo este dinosaurio de plástico en 60 pesos o este a control remoto, escucha como ruge… te lo dejo bara, bara, dame…. cuuuuuatro cincuenta”, la expresión dura del rostro y la mirada oscilante entre perplejidad y sorpresa del anciano hacen que el vendedor desvíe su atención a los potenciales compradores que pasan por la calle “¿´Éste está loco!?, además yo sólo soy el abuelo de Mateo, que los juguetes se los compren sus papás” dice refunfuñando  el viejecillo y arrastra a su mujer de regreso por donde llegaron.
Todo es alzar la vista y ver manos y brazos elevados por encima de las cabezas cargando bolsas, bolsitas, cajas. Un triciclo pasa rozando las canas de una señora entrada en carnes que no reprime un castizo insulto a este Rey Mago. Convertido en malabarista el hombre lleva además: un tráiler, dos pelotas y a su señora abrazada. Negro de coraje, (y de nacimiento) Baltasar responde la ofensa de la que fue objeto con la misma rapidez que la metralleta que le falta comprar “si no le gusta el amontonamiento ¿para qué ching… viene doñita?... mejor quédese en su casa”.
Este es el circo, la maroma y el teatro que cada año representan esos míticos seres buscando complacer a los príncipes y princesas del hogar. Hoy, 6 de enero, algunos infantes iniciarán con la natural tarea de romper –junto con sus juguetes- el corazón de sus padres. Otros, como los hijos de Soledad, tendrán que aguardar un año más a ver si ahora si los Reyes Magos les traen “… una muñeca grande y suavecita… el carro a control remoto como el que tiene el vecino… ¿una bicicleta?” Mientras tanto hay que seguir portándose bien para hacer méritos ante los Reyes Magos