lunes, 19 de septiembre de 2011

cuentos cortos

DIEGO, MI NIETO VIRTUAL

María Eugenia Matú.

Las grandes tragedias de la humanidad se crean a través de pequeñas desgracias enhiladas. Alguien de pronto tiene una “gradiosisima” idea, a otro más se le ocurre secundarlo  y nunca falta un tercero que viene y le pone la cereza al pastel. Así, un buen día -sin material para escribir- Maruchita se inspira y decide que es momento de hacer tres cosas: 1.- realizar mono reportaje sobre la maternidad a temprana edad, 2.- buscar con que entretener a la Ex-quince y 3.- darle una lección de vida “que para eso estamos las madres” piensa, segura de sí, la agradable matrona.

Bastó una llamadita telefónica a la sub Claudia (tan linda y solidaria ella) y Maruchita lista está para convertir su vida en un pandemónium. Al buscar a la Ex-quince la encuentra desempeñando afanosamente el oficio que mejor se sabe: permanecer en su cuarto en estado catatónico. A boca de jarro, sin anestesia de por medio, y con la grandilocuencia que la caracteriza, Maruchita suelta la sopa “¿qué crees?... Te acabo de conseguir un bebé virtual para que lo cuides –como si fueras madre soltera- toooodo el fin de semana”. La Ex –quince (digna hija de su inconsciente madre) de inmediato se cuadra y acata el deseo como suyo “…mi viiiiiiida, ¡cosita!.... yo quiero un niño y le pondré Diego, no. Mejor niña, que se llame Camila… ¿no podrá Clau darme dos? Siiiiiii ¡que sean gemelos!” en este punto de la historia debió Maruchita entender que era hora de meter reversa, pero ¡NOO! La necedad por delante.

Fue a través de un mensaje telefónico que Maruchita recibió la noticia “¡felicidades abuela virtual! Está por nacer tu nieto, ¡qué quieres, niño o niña?”. Sabedora de lo que se dice en estos casos, Maruchita todavía responde con alegre enjundia “lo que Dios quiera mandarnos, conque esté sanito nos damos por bien servidos”. Y así, en un abrir y cerrar de ojos el Apéndice Mayor, mi Galletiux de fresa, la Ex-quince, se convierte: en madre adolescente de Diego. Ya no hay vuelta de hoja, durante un largo fin de semana  Diego alegrará nuestra gris y monótona existencia.

Más tardó Maruchita en escuchar el berrido que en ponerse de pie y correr a la cueva de los Apéndices “¡no lo vayas a tirar que son carísimos!”. Son las 2 de la mañana y a Dieguito se le ocurrió empezar a llorar. Cambio de pañal, llora Diego… toma de leche, llora Diego… sacada de aire, llora Diego… otro cambio de pañal y Diego sigue berreando “me lleva la madre de este hermosísimo niño”.  En la semioscuridad los ojos de la emocionada madrecita virtual destellan y Maruchita siente clarito como se le clavan en la nuca.

El Apéndice Menor, que hasta ese momento se había conducido con prudente discreción, lanza dos improperios entre dientes y nos avienta una almohada “callen esa cosa, que yo lo que quiero es dormir”. “Esta cosa es tu sobrino” piensa con dramatismo la abuela virtual, pero el momento es ríspido y optamos mejor por la retirada. Diego continua chillando, nada lo calma “…¿y si le quitas la tapa al biberón antes de darle la leche?” uuuuufff…por fin descubrimos el hilo negro!. Ya sabemos de qué lado pega la cinta diurex. Ahora sí, a dormir.

Por el mismo caminito serpenteante nos mantuvo el adorable nietecito. No más hacia de despegarse tantito de él la Ex–quince  y ya estaba pegando sendos berridos. Su ducha matutina de los sábados, que por lo general tienen una duración de 3 horas, esta vez se convirtió en una rápida “chaleadita”. Sentada en la puerta del baño el Apéndice Menor se solidariza y mantiene en brazos a su sobrino “sino te callas te voy a tirar por las escaleras” y de nuevo siento erizar los vellitos de mi nuca ante la gélida mirada que me lanza mi adorable y tierna hija menor.

Decididas a que la llegada de este nuevo ser a nuestras vidas en nada alterará la existencia despreocupada que solemos llevar, nos lanzamos inconscientemente a Mérida “porque Diego tiene que acostumbrarse a que somos pata de perro” dice Maruchita intentando convencerse de que la idea del nieto virtual es excelente. Desayuno en Hecelchakan, Diego llora. Paseo por las tiendas de Alta brisa, Diego llora. Función 3D de los pitufos, Diego berrea y Andrea tiene que salirse al pasillo. Almuerzo, Maruchita se colapsa. Y todavía la sub Claudia (linda y solidaria ella) envía mensajes telefónicos “suerte con tu nieto virtual, si sabes contar no cuentes conmigo, estoy de vacaciones”.

Todos quieren a Diego (pero retorcerle el cuello, o ahogarlo con una almohada) “¿Qué quieren que haga el pobre? A esta edad los bebés sólo saben llorar” defiende a su cachorro la novel madrecita, empotrada en su papel de madre soltera encara la vida con valentía y como que no quiere la cosa lleva a Maruchita hacia una tienda de accesorios para bebés. La Ex -quince hace lindo pucherito, entrecierra sus ojitos y sale con ropa nueva para Dieguito. La rapidez de la abuela virtual no permite que la Ex –quince saque cuentas “mira! Esos portabebés tienen descuento del 30 por ciento. Así ya no voy a tener que cargar a Dieguito todo el día”.

P.D. maruchita21@live.com.mx ha prestado oídos sordos a las apreciaciones del Apéndice Menor “yo le voy a pedir a Claudia que mejor me dé una bebé, porque hay cosas más bonitas en la tienda para niñas”.

lunes, 2 de mayo de 2011

CADA QUIEN CON SU CRUZ

María Eugenia Matú.

“…Somos nosotros quienes tenemos que representar nuestro propio viacrucis con nuestra vida y nuestras acciones…” se alza la voz por encima de la muchedumbre y los rostros sudorosos inclinan la cabeza ya sea porque sienten el llamado de Dios o porque el sol a rajatabla hace imposible mantener el animo arriba. Es apenas la III estación del viacrucis, la primera caída de Jesús: Rey de los Judíos, que yace en el piso, latigado por los romanos.

Impulsado por su fe se pone de pie, coloca el madero de 70 kilos sobre los hombros y avanza tan rápidamente como el peso se lo permite “…El que quiera seguirme que cargue con su cruz de cada día y me siga…” afirma el hijo de Dios. Y ahí va el pueblo católico, en esta representación viviente de la crucifixión de Jesús. Son apenas las 11 de la mañana en el barrio de Santa Ana, la caravana de fieles avanza lentamente en su procesión por la calle Paraguay, se detiene de tanto en tanto, buscando el refugio de una sombra que mitigue un poco el bochorno de este día de abril sin que esto le impida seguir de cerca el calvario del Rey de los Judíos.

“… ¡pero que tal si estuvieran en la playa!.. Ahí si, el sol ni lastima…” exclama una señora entrada en años que recién se ha unido al grupo de fieles que avanza con pesar sobre la calle. Ricamente entalcada, ella empuña un rosario, con mirada acusadora persigue a dos adolescentes que se guarecen del sol bajo la sombra de un viejo árbol. Desde la comodidad que proporciona su amplia sombrilla, la matrona se erige como juez de todo aquel que busca reconfortarse del calor “Ahí… ¡con Jesús es donde deberían estar!, sufriendo lo que él padeció en la cruz...” latiga sin piedad. Los adolescentes retoman su misión: salvaguardar con sogas la valla en torno al equipo de sonido y al grupo “Deogratias” de la parroquia de Santa Ana en esta, su primera participación en el viacrucis viviente “…Perdona a tu pueblo señor, perdona a tu pueblo…perdónale señor”.

ANTESALA DEL VIACRUCIS.

9:30 de la mañana, unos que vienen, otros que van, romanos y judíos entremezclados convidándose de bloqueador solar, preparando botellas de agua, alistándose para la representación viviente. Dos caballos, prestados por la escuela “Julián Álvarez Vera”, son bajados de un camión. Ellos también participarán en este viacrucis de la Iglesia de Santa Ana. Un puñado de adolescentes se agrupa, con relucientes playeras blancas se toma de las manos e inicia la valla que ha de seguir muy de cerca el recorrido por las más de 10 cuadras que seguiremos hasta llegar al momento en el que Jesús será crucificado en el Gólgota.

“bueeeeno… si, ya estoy acá” eleva la voz un romano al contestar su celular. Montado en uno de los caballos, contrito se acomoda el faldón de su rojo traje. El casco de cartón le ha de servir en mucho más adelante para protegerse del sol, pero ahora solo le causa incomodidad. “si, vengan para acá… yo voy a ir adelante del contingente” dice satisfecho de su participación. Por fin ha logrado acomodarse el traje, pero una de sus sandalias lo obliga a bajarse para amarrarla bien, ya luego tendrá que volver a acomodarse el fastidioso faldón.

Los integrantes de “Deogratias” esperan listos a que el del sonido logre atinarle al botón que le dará fuerza a su voz y música, mientras tanto requintean las guitarras, “pégale como si no estuvieras en la iglesia” le dicen al baterista y éste se emociona con las baquetas y le da al bombo con alegría. Nada, se acerca la hora de partida y no logra escucharse sonido alguno a través de las bocinas. Desalentados, los músicos desesperan mientras observan cada vez más romanos a su alrededor, los caballos han sido ubicados en su lugar “Que ya van a traer a Jesús…” les anuncian. El del sonido suda, corre por enésima vez hacia la consola mezcladora y de pronto el requinto de Jorge Chávez suena con fuerza, se deja escuchar por todo el parque y hace surgir la sonrisa de muchos que han seguido atentos el calvario del chico del sonido.

Estamos a escasos minutos de que inicie el viacrucis y los integrantes de la representación viviente intentan guardar sus celulares, pero estos suenan con insistencia “Si, ya vamos a iniciar, vengan de una vez” dice una hebrea mientras sonríe a un romano que va a tomarle una foto desde su black Berry. “Ya muchachos alístense, apóyenme para que todo salga bien” exclama una de las organizadoras que lleva la batuta y en su gorra el nombre de Gaby, ella todavía tendrá que batallar con los asistentes a este evento católico que necios se niegan a escuchar sus argumentos “señores, por su seguridad aléjense de esta área, pueden recibir algún golpe o ser lastimados por lo caballos”, la necedad los lleva de la mano, así como los romanos llevan sus fustas que se clavan en las carnes de Jesús.

VIVIENDO EN CARNE PROPIA LA CRUCIFIXION.

Al principio de la representación, un vacilante Jesús hace intentos por imprimirle fuerza a su participación, la peluca les juega una mala pasada y es uno de los romanos quien se la acomoda de nuevo ante la mirada indecisa de sus compañeros, que expectantes esperan.

Poco a poco, conforme van pasando las estaciones y contrario a lo que le ocurre a la feligresía, que va desinflándose ante el calor y el sol, Jesús va reforzando su fe, cae, se levanta y continúa el camino cargando su cruz. El sudor escurre por su rostro empapa sus ropas y con estoicismo recibe el castigo, tirado a plena calle ni se inmuta ante lo caliente del pavimento. Solícitos los romanos que lo rodean intentan apoyarlo pero el niega con la cabeza, y ahí permanece mientras se desarrolla el vía crucis, espera el momento de continuar rumbo al desenlace, rumbo al Monte Calvario.

Los romanos permanecen atentos, siguen el dialogo, las líneas que les corresponde, pero no pierden de vista al Hijo de Dios, se acercan le dicen algo al oído pero él ya no escucha, tiene la mirada fija. El rostro de dolor ya no es actuado, el cansancio no le impide levantarse y proseguir, ya lleva recorrido la mitad del camino cuando María, Madre de Jesús se acerca a él en la IV Estación “…mira tu rostro, todo ensangrentado…” le dice y las lagrimas se le agolpan a la mujer en la voz. María lo abraza y Jesús descansa un momento. No es sudor, son lágrimas las que se desprenden de Roxana Carpizo, que tampoco es Roxana Carpizo sino María, la Madre de Dios.

El Nazareno avanza por la calle y a su paso va dejando una estela de fe, va conmoviendo con el sufrimiento verdadero de quine tiene que cargar un madero de 70 kilos, soportar los rayos del inclemente sol y los latigazos – que aunque fingidos- duelen y que combinados con el drama del calvario, le alargan los verdugones que se van formando en la espalda de Francisco Cahuich Mayor, que en estos momentos no es Francisco, es el Jesús: Rey de los Judíos.
“Si, todavía aguanta” extiende los labios en una especie de sonrisa triste uno de los romanos que se ha situado a la diestra de Jesús al referirse al notable cansancio que se nota en el hombre “…aquí estamos, pendientes de él para ayudarlo a llegar…” exclama y se le acerca, el látigo bajo y la mano en el hombro.  “pobrecito, ve lo que está sufriendo, lo que tuvo que pagar por nosotros” dice una anciana y se lleva el pañuelo a la frente, simula que se enjuaga el sudor, pero discretamente lo pasa por los enrojecidos ojos, mientras sigue de cerca la procesión. Y lo que le falta al Hijo de Dios, durante el recorrido habrá de caer dos veces más, habrá de sufrir azotes, burlas, habrá de ser crucificado y muerto en la cruz.


lunes, 14 de febrero de 2011

JUAN Y ALONDRA

Publicado en Novedades de Campeche el lunes 14/ febrero/ 2011
como querías leerlo, sin censuras
¿DÓNDE ESTÁ JUAN?
 Preguntó casi al aire la nerviosa adolescente cuando apenas abría la portezuela del auto que la había llevado de vuelta a la bodega. “En la cantina”, respondió una voz que sonó a obviedad,  “¡¡Me lleva la puta madre con éste!!”. Con su rostro de niña encrespado, pasa a toda prisa junto a su interlocutor que indolente se limita a encoger los pies mientras continúa reparando las redes de pesca. La joven de 3 zancadas salva la distancia de arena que la separa de una casa de huano desde donde se desprenden gritos, carcajadas y una cumbia sabrosona. Desaparece entre borrachos y acompañantes para emerger seguida de Juan que viene alisándose el cabello.

Y ahí están ellos, con sus escasos años al hombro. Curtidos no sólo los rostros, sino también las miradas. Expectantes invitan a pasar y redimir el cuerpo del bochornoso y nublado día. Dos hamacas y una vieja cajonera, repleta de objetos inservibles, integran el mobiliario de esta que es –dicen- momentáneamente su casa. La expresión de incertidumbre de la chica se trasforma en enojo al aclararles que esta visita no es una inspección del DIF, sino una entrevista.

“¡¡Nooo…  ni madres Juan, entrevistas ya no!! Manotea espantando imaginarias moscas de su cara de niña “¡por culpa de los pinches chismes que sacaron los periódicos nos quitaron a nuestro hijo!” dice dolida y el enfado que manifiesta le da el impulso para cambiarse con desparpajo los pantaloncillos cortos de algodón por otros de mezclilla. Juan duda y el momento es aprovechado para tomar asiento en una de las hamacas. El recorrido por Isla Arena buscándolos ha sido largo. De boca en boca, de una bodega a otra, de un extremo al otro de la isla “La chamaca debe estar en casa del “Mono”, siempre se van para allá” dicen, que no, “De seguro están en la bodega donde trabaja Juan”.

Y ahí están ellos, con sus dudas. Reticentes a hablar de su vida, intentando evadir la plática del rescate en mar abierto que los libró del  mal tiempo pero que colocó sus existencias en un constante oleaje que los revolcó hasta arrebatarles el anonimato y a su hijo de un año.

JUAN, EL PESCADOR.
…¿Por qué  se espantan?, todos me preguntan lo mismo ¿Qué si nadé siete kilómetros? Pssstt, sí. ¿Qué pedo? Estaría jodido si no pudiera nadar o bucear, ¡soy pescador!... Juan se mece en la hamaca. Atrapa entre sus brazos a Alondra que rejega se niega a la entrevista y al abrazo... Yo lo único que quería era ir a pescar, no pensé  que nos fuera a agarrar el mal tiempo. Salimos el martes y ya para el miércoles nos estaba pegando duro la lluvia. Iba a pescar  acá cerquita, aquí frente a Jaina, pero el viento nos arrastró, me ubicaba por los cerros, esos que están ahí de Seyba, el tiempo sí que estaba recio, una de las veces que llovió fueron casi 5 horas de pura agua.

Alondra mira a Juan atentamente, de cuando en cuando asiente con la cabeza y a modo de juego le acomoda pequeños golpes en la espalda… Quise prepararle a ésta algo de comer, porque no dejaba de vomitar jajajajaja desde que nos subimos solo eso hizo. ¿Pero qué crees? Mi chavito tiró al agua los cerillos y ni pedo, a aguantarnos, sólo teníamos la leche para el niño.

Así, en medio de la nada, el par de adolescentes miró pasar martes, miércoles, jueves… Yo tenía pensado pescar dos días y todo me salió mal. El jueves por la tarde calculé la distancia, como siete kilómetros, y se lo dije a ésta, ella no quería, se iba a tener que quedar sola con el niño, pero por pendeja. ¿Te digo porque la llevé? Anda, mejor díselo tu… Ahora Juan empuja a Alondra y se le deja caer  encima. “Yo soy la necia, yo me enterqué en ir con él” reconoce. Y en esos ojos, curtidos por las experiencias tempranas, puede adivinarse la inconsciencia de la edad que cree poder comerse el mundo de dos bocados.

Lo que hice fue fondear la lancha, para que no se fuera a alejar más, la aseguré bien, me quité la ropa y como a las 4 de la tarde me tiré al mar, ésta puro chille y chille… Alondra baja los ojos y se encoge de hombros “pos si, coño si tenía miedo”… nadé hasta como a las 9 de la noche que llegué ahí de la Coca Cola, por San Román, ¿Qué si avisé a quién? Jajajajajajajajaja neeel, ¿para qué?  Ese es otro chisme de los periódicos, nadie de la Capitanía fue a rescatar a ésta. Yo me llevo con muchos pescadores y fui a buscar a uno y le dije que traía un pedo con mi vieja y mi chavito,  ellos me llevaron de vuelta a buscarla pero estaba oscuro y ya no los encontramos, estuvimos busque y busque hasta como a la una de la mañana ¡¡pero nada!! De ésta ni sus luces... Juan, parece concentrado en sus pies descalzos que crean figuras imaginarias en el piso lleno de sargazo y arena.

Luego de pasar la noche sola con su hijo a la deriva, Alondra despierta la mañana del viernes para encontrarse con un panorama distinto al que vio antes de dormirse. Con un golpe de suerte, unos pescadores la encontraron, la subieron a su embarcación y la llevaron a tierra firme donde pudo por fin comer algo…  Yo volví a salir, a buscarlos, como a las 5 de la mañana. Mis cuates me decían que diera aviso, pero neee. Sí, encontré la lancha, pero ella ya no estaba, aquí en la garganta se me subieron “esos” cuando no los vi. Ya ni pedos, tuve que ir a la capitanía y un tipo ahí me quiso carajear, y se lo dije ¿tú qué vas a saber del mar? Si estás acá en tu aire acondicionado, yo me rajo la madre,  he trabajado un guato ahí afuera… Juan levanta la barbilla desafiante y sus ojos se pierden tras la puerta, su mirada la fija en el mar revuelto de Isla Arena, pero  el alma parece ir más allá, a una infancia no muy lejana, infestada de malos tratos, de sinsabores. El viento ha comenzado a soplar y las nubes ennegrecidas presagian lluvia.
  
… Pssst, me dijeron que por lo que hice podrían fincarme responsabilidades y darme hasta 50 años de cárcel, yo pensé,  uta voy a salir bien viejo. Pero luego que no, que por mi edad y no sé qué tantas cosas que no recuerdo como se llaman, podían hacerme una rebaja y dejármelo en 15 años, pssst, ya así saldría de 30 y tantos, yo digo que  si lo aguantaba. Y es que dijeron que hasta mi patrón se podía ir a la cárcel, ¿no ves que eran 3 menores de edad a los que arriesgué? Ésta, mi chavito y el otro que viene en camino…  Alondra se incorpora de la hamaca y orgullosa muestra su abultado vientre “pos no sé, creo que tengo… ¿tres meses, tú?” y de nuevo los empujones y las risas entre Juan y Alondra.

JUAN Y ALONDRA
Ambos tenían 13 años cuando se fueron a vivir juntos. A los siete años Juan huyó con su mamá de los golpes paternos y luego, dos años después, decidió salirse de su casa, porque el alcoholismo de su madre le hacía pesada la vida. Anduvo con unos tíos que le enseñaron la pesca y el buceo, pero según sus propias palabras “mejor me vine para acá porque no me gusta cómo se pesca en Villa Madero”. Alondra asegura que cuenta con el apoyo de su familia, pero que Juan prefiere vivir aparte “Antes vivíamos en Villa madero, pero tengo muchos problemas y pleitos con mi hermana, aquí vino a armar un arguende. Hizo un escándalo porque me fui con éste a pescar y nos llevamos al niño”.

Juan se nota un tanto inquieto, al cuartito llega quien dice él, es su patrón. “Nos vamos a ir a pescar cazón, ya no tenemos dinero y ni pedo, yo no estudie. Tengo que darle duro a esto para poder tragar” Alondra se le cuelga del cuello, Juan la abraza y le dice algo por lo bajo, ella no lo suelta “Todo estaba bien, si no fuera por lo que nos sacaron en los periódicos, mi niño seguiría acá con nosotros, pero lo vamos a recuperar, si Juan lo dice yo le creo” afirma Alondra y se acomoda nerviosa por enésima vez su peineta. Al evocar al pequeño, Alondra se desboca, como desbocado parece tener el corazón, “quesque dicen que está desnutrido, ¡qué va a estar desnutrido si pesa 14 kilos y se zampa un litro de yogurt!, se enferma cuando está con mi mamá porque ella solo lo tiene encerrado y él está acostumbrado a estar libre” los brazos de la hamaca rechinan de lo fuerte que la joven se mece, niega con la cabeza, “no es la primera vez que me lo quitan, pero igual lo voy a recuperar ¿verdad Juan?”.

Juan ya se encuentra alistando su equipo de trabajo porque el patrón no puede esperar más, la entrevista tiene que terminar ¿Así con este tiempo vas a ir a pescar? Se le inquiere y la sonrisa se esboza triste en el rostro del adolescente “ya no tenemos dinero, y hay que comer”. Pero sólo tienes 15 años, “16, tengo 16”, “naaa, te falta un mes, todavía tienes 15” dice Alondra con la boca llena, está devorando una rosquilla que alguien acaba de regalarle. Rápidos besos, la bendición de Alondra y la promesa del Adolescente “no tardo nadita”.

Los últimos instantes de Juan en el malecón son aprovechados para dos preguntas más “estudié creo que hasta quinto de primaria yyyyyy… sí, yo creo que cuando levanten la veda del pepino de mar, si trabajo fuerte, fuerte, muy fuerte, podré -en dos meses- juntar dinero y levantar mi casita para ésta y mis chavitos”. La lona se la tira a la espalda y con la agilidad que le dan sus pocos años se sube a la lancha. Ahí va Juan a pescar cazón, mientras Alondra se queda sola en el malecón de Isla Arena con un nudo en la garganta y los ojos deteniendo las lágrimas. Si Juan lo dijo, tiene que ser cierto “porque lo que él me ha dicho, siempre lo ha hecho”.

viernes, 4 de febrero de 2011

SECUESTRARON A MI HIJA


CUENTOS CORTOS
María Eugenia Matú.
 
La sensación de que algo le faltaba, le latió fuerte a Maruchita el sábado por la tarde. Hallábase plácidamente echada “gustando” la tele en la sala de su casa. Las cortinas, tímidas, se habían cerrado porque su atuendo de “mevalemoderslamodadeparís” podría herir la sensibilidad visual de sus vecinos y hacerlos huir en desbandada. La incomodidad empezó a fortalecerse con la entrada de la noche “¿Qué me falta, qué me falta?”. El silencio reinante hacia más fuerte el presentimiento de que algo se le había extraviado.
La imagen le vino a Maruchita poco a poco, primero como un cabello ensortijado “finamente” despeinado (con trocitos de dulce sabor frambuesa), luego como unos ojos incisivos, un par de costras en unas rodillas redondas y pequeñas. Más nítido el recuerdo, este se convirtió en una gorgoreante carcajada, y la vocecita de pato chillón surgió desde el fondo del corazón “¡¡eso no da risa… Andreaaaaa!!”.

Y ahí está ella, mi Apéndice más pequeño, mi tormento, mi martirio, el empeño que Judas nunca regresó a buscar. Larissa y sus tiernos 4 añitos, Larissita dibujando a mamita con sus plumones, asomándose indiscretamente al baño en el momento justo de la comunión con nuestro yo interno “¿Qué haces?... a ver lo veo”. Cierro los ojos y la recuerdo brincando sobre la cama, con el cabello alborotado y la cara llena de chocolate. Mi niña y su lenguaje “Lariseño”. El Apéndice Menor y sus
soberbios y hermosos berrinches a medio supermercado. Abrazando hasta casi asfixiar al buen Beny –el único perro de su vida-. Larissita corriendo desde el último rincón del colegio, brincando mochilas, esquivando magistralmente a compañeritos, mamás y maestros, despidiéndose a gritos de sus cuatas. La recuerdo en su clase de ballet con su gustada interpretación de Tongolele, el estómago de Maruchita se estruja de pesar.

La nostalgia y la necesidad de abrazarla fuertemente hacen que mamita suba corriendo las escaleras y se arriesgue a entrar en la zona de guerra (que es esa recamara que comparte con la ex quince). Mamita abre la puerta de golpe, pero Larissita no está y tampoco están sus plumones, ni sus muñecas, busca la colección de cuentos de hadas y no la encuentra. Desalentada Maruchita baja y se sitúa de nuevo frente al televisor para comprobar que ya no le sabe tan rico el silencio, ya no hay palomitas de microondas quemadas, ni refresco tirado en el piso de la sala. La duda se va afianzando “¿En dónde está mi piscicita?” (Traducción del lenguaje Lariseño: princesita) Hasta convertirse en una certeza agria y seca que no le deja tragar saliva “¡¡han secuestrado a mi niña!!!”, el repiqueteo insistente del teléfono  hace que Maruchita contenga la respiración y responda angustiada (de seguro los secuestradores pedirán las perlas de la virgen) la voz del otro lado del auricular le cimbra hasta el tuétano “Mamá?... Ven por fa, por mi…” “¿Donde te tienen, estás bien, cuanto quieren?”… “mamaaaá!!!...¡donde más voy a estar? En el cine, apúrale que está lloviendo!”

La grandota que se sube corriendo al carro no estoy segura de conocerla, bajo el cabello -cuidadosamente “engelado”- descubro esa misma mirada incisiva, que ahora es coronada por rizadas pestañas llenas de rímel. La misma voz de pato chillón no deja de parlotear, “¿Lari…?”, ella no responde, me ignora olímpicamente (si, es Larissa) continúa su charla con sus interlocutores, que no sé de donde salieron, pero que ahora ocupan el asiento trasero (mandre!!! Esta se trajo a los secuestradores) “tía, me puedes dejar en la siguiente esquina” dice uno de ellos y fieramente me muestra una maraña de fierros que trae enredados en los dientes “Mamá, quita esa cara… ¡que oso!”. ¿Mamá… así, a secas? Ya no soy más mamita? Al estomago de Maruchita le acaba dar melancólicas agruras

¿En qué momento mi niña creció?, ¿Cuándo fue la última vez que el ratón de los dientes cometió la misma burrada de olvidar que tenía que dejarle una lana a cambio de su diente?, ¿Cómo fue que dejó de pedir lechita en la madrugada?, ¿A dónde se fueron esas peleas de antología con su hermana mayor, en las que mamita hacia el papel de “Tirantes”?. Hoy, lo único que desvela a mi engendrito es la madrecita esa (regalo de su tía BereNICE) y a través de la cual se conecta al Feisbuc para preguntarme con ironía “Que prefieres? Que peleemos o que seamos tapadera una de la otra?”.

Este año ya no habrá cartita al panzón vestido de rojo, ni globo de helio, ya no tengo a quien disfrazar para el viernes de corso, ni quien me obligue a ver los padrinos mágicos o Bob esponja. Hoy me di cuenta que una muchacha (que cada vez está más alta que yo) secuestró a mi Apéndice Menor y la obliga a comportarse de manera extraña, ya no más brincos, ya no más carreritas, no creo que la deje colgarse de la portería de la escuela como solía hacer en antaño “¡qué oso!”. La miro y me ignora, hoy no toca en su flauta el himno a la alegría, hoy está intentando cambiar su imagen para mostrar del msgr mientras por lo bajo le susurra a la ex quince “creo que no tiene remedio, tu mamá está enloqueciendo”.

P.D. maruchita21@live.com.mx segura está que el Apéndice Menor ¡nuuunca!!!  será secuestrado y si alguien comete la osadía, a las 2 horas me lo regresan y además…. con una lana.


jueves, 3 de febrero de 2011

¿TENDRÁN POR AHÍ ALGÚN HÉROE QUE LES SOBRE?

CUENTOS CORTOS
María Eugenia Matú.

Bien mirado, los héroes no sólo son el sustento de la historia de los pueblos, el arrojo, la valentía y el ejemplo de generaciones, se convierten además -al cabo de unos decenios- en la base y soporte de algo que (al menos en México) es imprescindible para el turismo, la generación de miles de empleos ¡y para el festejo! : ¡¡¡Los puentes vacacionales!!!!...

¿Acaso don Mike pensó siquiera que con su grito de Dolores (no a Dolores, ojo) brindaría a sus compatriotas  la oportunidad de disfrutar en septiembre 3 días y dos noches, base doble, todo incluido, la Riviera Maya? Esos aguerridos antecesores de nuestros bien amados diputados nunca imaginaron que además de la Constitución estaban creando un puentecito, el primero del año y el más ansiado luego de los festejos decembrinos.  Aquí cabe hacer un paréntesis y agradecer también a todos los extranjeros que han apoyado en la construcción de nuestros venerados puentes: 6 mil franceses bien armados le hicieron la valona  a un puñado de mexicanos que defendían su territorio y con esto pudieron hilvanar en 15 días, los cuatro festejo del mes de mayo.

No me vayan ustedes a saltar con la cantaleta esa de que resulta contradictorio que el 1° de mayo “día del trabajo” lo festejemos descansando. ¿Trabajar?, eso nada más los japoneses (que no se qué trauma existencial se cargan con trabajar todo el tiempo) y los negros (con todo el respeto y cariño que me merecen). El día 5 festejamos –les decía- la batalla de puebla. El 10 a todas abnegadas cabecitas blancas que son nuestras madrecitas y para el 15 nos armamos otro festejo para celebrar  a los mentores (no importa si se lo merecen o no, no tiene nada que ver que en lugar de dar clases se la pasen de aviadores, en huelgas y protestas, lo valioso es tener algo que festejar).

Así que, desde esta palestra, Maruchita conmina a todos aquellos luchadores sociales, nacionales y locales, a ponerse las pilas y convertirse en los héroes de este milenio. Porque si en 1800 se pusieron guapos Mike, el Morelos, Aldana, Vicente Guerrero, los no tan niños héroes y en 1900 Pancho Madero, Doroteo,  Zapata y todos los demás,  no veo para cuando empecemos a disfrutar de nuevos puentes creados por los héroes contemporáneos. Don Pejecito, mi querido Diego Fernández, Subcomediante, don Checito Cú, líderes de colonia, vislúmbrense como los inmolados para ser convertidos en los ingenieros de mega puentes (mínimo segundo pisito de algún periférico).

Sólo una recomendación, la modernidad –y la certificación de calidad- nos obliga a hacer las cosas bien así que oooooor ga ní cén se   por fas, busquen que los días elegidos para convertirse en puentes no choquen con los ya establecidos: 3 ó 6 de febrero pueden ser buenos días,  17 de mayo, 18 de septiembre, 17 de noviembre, 3 de enero.  Entre mayo y septiembre no existe ningún puente, así que estos meses serían fechas recomendables para la creación de un bellísimo acueducto porque además, es la mejor época para visitar la Riviera Maya.