lunes, 14 de febrero de 2011

JUAN Y ALONDRA

Publicado en Novedades de Campeche el lunes 14/ febrero/ 2011
como querías leerlo, sin censuras
¿DÓNDE ESTÁ JUAN?
 Preguntó casi al aire la nerviosa adolescente cuando apenas abría la portezuela del auto que la había llevado de vuelta a la bodega. “En la cantina”, respondió una voz que sonó a obviedad,  “¡¡Me lleva la puta madre con éste!!”. Con su rostro de niña encrespado, pasa a toda prisa junto a su interlocutor que indolente se limita a encoger los pies mientras continúa reparando las redes de pesca. La joven de 3 zancadas salva la distancia de arena que la separa de una casa de huano desde donde se desprenden gritos, carcajadas y una cumbia sabrosona. Desaparece entre borrachos y acompañantes para emerger seguida de Juan que viene alisándose el cabello.

Y ahí están ellos, con sus escasos años al hombro. Curtidos no sólo los rostros, sino también las miradas. Expectantes invitan a pasar y redimir el cuerpo del bochornoso y nublado día. Dos hamacas y una vieja cajonera, repleta de objetos inservibles, integran el mobiliario de esta que es –dicen- momentáneamente su casa. La expresión de incertidumbre de la chica se trasforma en enojo al aclararles que esta visita no es una inspección del DIF, sino una entrevista.

“¡¡Nooo…  ni madres Juan, entrevistas ya no!! Manotea espantando imaginarias moscas de su cara de niña “¡por culpa de los pinches chismes que sacaron los periódicos nos quitaron a nuestro hijo!” dice dolida y el enfado que manifiesta le da el impulso para cambiarse con desparpajo los pantaloncillos cortos de algodón por otros de mezclilla. Juan duda y el momento es aprovechado para tomar asiento en una de las hamacas. El recorrido por Isla Arena buscándolos ha sido largo. De boca en boca, de una bodega a otra, de un extremo al otro de la isla “La chamaca debe estar en casa del “Mono”, siempre se van para allá” dicen, que no, “De seguro están en la bodega donde trabaja Juan”.

Y ahí están ellos, con sus dudas. Reticentes a hablar de su vida, intentando evadir la plática del rescate en mar abierto que los libró del  mal tiempo pero que colocó sus existencias en un constante oleaje que los revolcó hasta arrebatarles el anonimato y a su hijo de un año.

JUAN, EL PESCADOR.
…¿Por qué  se espantan?, todos me preguntan lo mismo ¿Qué si nadé siete kilómetros? Pssstt, sí. ¿Qué pedo? Estaría jodido si no pudiera nadar o bucear, ¡soy pescador!... Juan se mece en la hamaca. Atrapa entre sus brazos a Alondra que rejega se niega a la entrevista y al abrazo... Yo lo único que quería era ir a pescar, no pensé  que nos fuera a agarrar el mal tiempo. Salimos el martes y ya para el miércoles nos estaba pegando duro la lluvia. Iba a pescar  acá cerquita, aquí frente a Jaina, pero el viento nos arrastró, me ubicaba por los cerros, esos que están ahí de Seyba, el tiempo sí que estaba recio, una de las veces que llovió fueron casi 5 horas de pura agua.

Alondra mira a Juan atentamente, de cuando en cuando asiente con la cabeza y a modo de juego le acomoda pequeños golpes en la espalda… Quise prepararle a ésta algo de comer, porque no dejaba de vomitar jajajajaja desde que nos subimos solo eso hizo. ¿Pero qué crees? Mi chavito tiró al agua los cerillos y ni pedo, a aguantarnos, sólo teníamos la leche para el niño.

Así, en medio de la nada, el par de adolescentes miró pasar martes, miércoles, jueves… Yo tenía pensado pescar dos días y todo me salió mal. El jueves por la tarde calculé la distancia, como siete kilómetros, y se lo dije a ésta, ella no quería, se iba a tener que quedar sola con el niño, pero por pendeja. ¿Te digo porque la llevé? Anda, mejor díselo tu… Ahora Juan empuja a Alondra y se le deja caer  encima. “Yo soy la necia, yo me enterqué en ir con él” reconoce. Y en esos ojos, curtidos por las experiencias tempranas, puede adivinarse la inconsciencia de la edad que cree poder comerse el mundo de dos bocados.

Lo que hice fue fondear la lancha, para que no se fuera a alejar más, la aseguré bien, me quité la ropa y como a las 4 de la tarde me tiré al mar, ésta puro chille y chille… Alondra baja los ojos y se encoge de hombros “pos si, coño si tenía miedo”… nadé hasta como a las 9 de la noche que llegué ahí de la Coca Cola, por San Román, ¿Qué si avisé a quién? Jajajajajajajajaja neeel, ¿para qué?  Ese es otro chisme de los periódicos, nadie de la Capitanía fue a rescatar a ésta. Yo me llevo con muchos pescadores y fui a buscar a uno y le dije que traía un pedo con mi vieja y mi chavito,  ellos me llevaron de vuelta a buscarla pero estaba oscuro y ya no los encontramos, estuvimos busque y busque hasta como a la una de la mañana ¡¡pero nada!! De ésta ni sus luces... Juan, parece concentrado en sus pies descalzos que crean figuras imaginarias en el piso lleno de sargazo y arena.

Luego de pasar la noche sola con su hijo a la deriva, Alondra despierta la mañana del viernes para encontrarse con un panorama distinto al que vio antes de dormirse. Con un golpe de suerte, unos pescadores la encontraron, la subieron a su embarcación y la llevaron a tierra firme donde pudo por fin comer algo…  Yo volví a salir, a buscarlos, como a las 5 de la mañana. Mis cuates me decían que diera aviso, pero neee. Sí, encontré la lancha, pero ella ya no estaba, aquí en la garganta se me subieron “esos” cuando no los vi. Ya ni pedos, tuve que ir a la capitanía y un tipo ahí me quiso carajear, y se lo dije ¿tú qué vas a saber del mar? Si estás acá en tu aire acondicionado, yo me rajo la madre,  he trabajado un guato ahí afuera… Juan levanta la barbilla desafiante y sus ojos se pierden tras la puerta, su mirada la fija en el mar revuelto de Isla Arena, pero  el alma parece ir más allá, a una infancia no muy lejana, infestada de malos tratos, de sinsabores. El viento ha comenzado a soplar y las nubes ennegrecidas presagian lluvia.
  
… Pssst, me dijeron que por lo que hice podrían fincarme responsabilidades y darme hasta 50 años de cárcel, yo pensé,  uta voy a salir bien viejo. Pero luego que no, que por mi edad y no sé qué tantas cosas que no recuerdo como se llaman, podían hacerme una rebaja y dejármelo en 15 años, pssst, ya así saldría de 30 y tantos, yo digo que  si lo aguantaba. Y es que dijeron que hasta mi patrón se podía ir a la cárcel, ¿no ves que eran 3 menores de edad a los que arriesgué? Ésta, mi chavito y el otro que viene en camino…  Alondra se incorpora de la hamaca y orgullosa muestra su abultado vientre “pos no sé, creo que tengo… ¿tres meses, tú?” y de nuevo los empujones y las risas entre Juan y Alondra.

JUAN Y ALONDRA
Ambos tenían 13 años cuando se fueron a vivir juntos. A los siete años Juan huyó con su mamá de los golpes paternos y luego, dos años después, decidió salirse de su casa, porque el alcoholismo de su madre le hacía pesada la vida. Anduvo con unos tíos que le enseñaron la pesca y el buceo, pero según sus propias palabras “mejor me vine para acá porque no me gusta cómo se pesca en Villa Madero”. Alondra asegura que cuenta con el apoyo de su familia, pero que Juan prefiere vivir aparte “Antes vivíamos en Villa madero, pero tengo muchos problemas y pleitos con mi hermana, aquí vino a armar un arguende. Hizo un escándalo porque me fui con éste a pescar y nos llevamos al niño”.

Juan se nota un tanto inquieto, al cuartito llega quien dice él, es su patrón. “Nos vamos a ir a pescar cazón, ya no tenemos dinero y ni pedo, yo no estudie. Tengo que darle duro a esto para poder tragar” Alondra se le cuelga del cuello, Juan la abraza y le dice algo por lo bajo, ella no lo suelta “Todo estaba bien, si no fuera por lo que nos sacaron en los periódicos, mi niño seguiría acá con nosotros, pero lo vamos a recuperar, si Juan lo dice yo le creo” afirma Alondra y se acomoda nerviosa por enésima vez su peineta. Al evocar al pequeño, Alondra se desboca, como desbocado parece tener el corazón, “quesque dicen que está desnutrido, ¡qué va a estar desnutrido si pesa 14 kilos y se zampa un litro de yogurt!, se enferma cuando está con mi mamá porque ella solo lo tiene encerrado y él está acostumbrado a estar libre” los brazos de la hamaca rechinan de lo fuerte que la joven se mece, niega con la cabeza, “no es la primera vez que me lo quitan, pero igual lo voy a recuperar ¿verdad Juan?”.

Juan ya se encuentra alistando su equipo de trabajo porque el patrón no puede esperar más, la entrevista tiene que terminar ¿Así con este tiempo vas a ir a pescar? Se le inquiere y la sonrisa se esboza triste en el rostro del adolescente “ya no tenemos dinero, y hay que comer”. Pero sólo tienes 15 años, “16, tengo 16”, “naaa, te falta un mes, todavía tienes 15” dice Alondra con la boca llena, está devorando una rosquilla que alguien acaba de regalarle. Rápidos besos, la bendición de Alondra y la promesa del Adolescente “no tardo nadita”.

Los últimos instantes de Juan en el malecón son aprovechados para dos preguntas más “estudié creo que hasta quinto de primaria yyyyyy… sí, yo creo que cuando levanten la veda del pepino de mar, si trabajo fuerte, fuerte, muy fuerte, podré -en dos meses- juntar dinero y levantar mi casita para ésta y mis chavitos”. La lona se la tira a la espalda y con la agilidad que le dan sus pocos años se sube a la lancha. Ahí va Juan a pescar cazón, mientras Alondra se queda sola en el malecón de Isla Arena con un nudo en la garganta y los ojos deteniendo las lágrimas. Si Juan lo dijo, tiene que ser cierto “porque lo que él me ha dicho, siempre lo ha hecho”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario