martes, 5 de octubre de 2010

LES VA COMO EN FERIA (CADA QUIEN HABLA SEGUN LE FUE)


fotografia: San Lázaro Pool (Polito)

DE FERIA EN FERIA  
                        publicado en Novedades de Campeche sept/2010

María Eugenia Matú

Por años, la tradición de la feria de San Román se centró en la visita obligada al Cristo Negro antes de cualquier otra actividad pagana. So pena de un buen regaño materno, lo primero que se debía hacer al arribar era ir a santiguarse con “nuestro negrito”. Jugar a las canicas para obtener siempre como premio la alcancía de barro, subirse al remolino, a la rueda de la fortuna, las sillas voladoras, tomarse una sabrosa soda en el puesto de Canabal y terminar comiendo unos churros calientitos era el itinerario de cada septiembre.

Las quejas de los vecinos del barrio de marinos en torno a las penurias que atravesaban cada que la feria aparecía en su horizonte, se volvieron además de tradicionales cada vez más fuertes. La lista era interminable: que si los fiesteros se posesionaban de las áreas verdes, que el hedor a orines era insoportable, el ruido, la falta de estacionamiento, que su presencia presagiaba inseguridad pública. Los camper y camiones de estos nómadas que invadían la tranquila vida Sanromanera con sus tendederos de ropa, con sus fogones, hizo que un buen día la feria de San Román se fuera con su música a otra parte.

Las generaciones venideras conocieron otra cara, la feria moderna, esa que cada año trae una atracción nueva diferente, cada vez más emocionante, más escalofriante, más peligrosa. Atrás quedaron los juegos mecánicos “Ordóñez”, “Nava” con sus atrevidos “traba”, “pulpo”, “tazas locas”. Todo es un constante cambio y devenir, todo evoluciona los juegos lo hicieron, la forma de marearse en ellos también. Lo único que permanece impávido, es la historia de esos seres que, año con año, a lo largo de nuestra tradición han venido, como el IVA, incluidos con la feria. Los “carruseleros”, los “fiesteros”, o cómo ahora se les denomina: los expositores, con sus alegrías, penurias, dramas, con esa forma de vivir para algunos por demás fuera de lo común, han estado presentes en la cotidianeidad de todas las ferias.

SPIDERMAN DE GIRA POR LA FERIA
“Dile a la amiga como te llamas” urge a su hijo la rubia mujer que se encuentra lavando el aire acondicionado de su camper, “Epaydeman” dice el chiquillo mientras mira inquieto a su madre “no, no te llamas Spiderman, dile tu nombre”. “Epaydeman” ha de tener cuando mucho 2 años, los mismos que ha pasado de feria en feria, porque su papá atiende un puesto de pelotas. Visto con optimismo, el niño ha viajado más que cualquier adulto, su mundo se abre amplio a todo lo ancho y largo de la República Mexicana. La semana pasada estuvieron en Palenque, antes en Carmen y Veracruz, lo que resta de septiembre y octubre su casa rodante estará estacionada frente al malecón de Campeche, en las Ferias de San Román y San Francisco.

Bernardo, el padre de “Epaydeman” tiene 8 años que empezó a laborar en las Ferias aunque es la primera vez que viene a Campeche “Vivimos batallándole, la necesidad obliga, quiero un negocio estable poder darles una vida mejor a mis hijos” y es que Bernardo y su pareja ya van por el tercero “tengo casi los 9 meses de embarazo” afirma la mujer y al incorporarse de donde ha estado limpiando su aire acondicionado el esplendor de la espera emerge y delata que a lo sumo le quedan unos días para parir.

Discreta, tratando de escabullirse, la mamá de “Epaydeman” evita, como su hijo, decir su nombre, cuenta que ellos viven en Tetela, municipio de Acatlán, Oaxaca donde no existe atención médica y por eso desea que su bebé nazca en Campeche. Cada que responde a una pregunta mira de reojo la reacción de su marido, espera aprobación, se detiene, sonríe y evita decir su nombre ”Soy  de Coahuila, desde muy niña trabajé en esto, de hecho nosotros nos conocimos en una feria”… “¡y ahí nació el amor!” tercia nuestro fotógrafo que se ha estado dando vuelo con gráficas de “Epaydeman” y su hermano mayor, que dentro del Camper simula hacer la tarea.  “Mi hijo, el más grande, ya entró a la primaria, ahora le sacamos un permiso para que falte dos semanas en lo que me alivio y regresamos a casa”, adelantándose a cualquier pregunta, Bernardo asegura que su hijo si va a estudiar “yo quiero que él salga más abusado que yo, por eso él va a la escuela” y el hijo mayor se acerca para Mostar el dibujo de lo que dice “es un transformer”.

“No me gusta esta vida para mis hijos, ni siquiera tenemos luz. Dicen los compañeros que la Comisión nos negó el contrato, estamos dispuestos a pagar, no pueden hacernos esto” se queja Bernardo y su mujer aprovecha el momento para huir hacia el camper “mira, no me gustan muchas cosas, yo quiero otra vida para mis hijos. Tengo compañeros que ya están grandes y ni siquiera saben leer”. Comenta Bernardo que durante una feria en Querétaro él conoció un trailer con escuela portátil para los hijos de los fiesteros, pero es muy común que por andar de feria en feria los niños y jóvenes se olviden de la escuela.

Los ojos de Bernardo se centran en el cielo, que ha empezado a teñirse de gris oscuro mientras tímidas gotas hacen que “Epaydeman” abra los brazos y se ria, “me gustaría tener un negocio propio, no sé… otra vida” dice con cierta melancolía el hombre y de nuevo el silencio. Ahora mira sus pies mientras sus manos descansan en las bolsas de su pantalón. “¿Qué te gustaría hacer Bernardo?”, se le inquiere intentando romper el momento incomodo. Bernardo levanta la vista y busca con los ojos a nuestro fotógrafo mientras lanza una sonora carcajada y lo señala “¡de a perdido quiero ser periodista!” las risas no esperan, como tampoco espera la lluvia. Las gruesas gotas nos hacen huir buscando refugio, lamentamos no poder despedirnos de “Epaydeman” que es metido a la fuerza a su casa rodante. La puerta se cierra tras la pareja, pero su historia sigue en cada feria, en cada ciudad.

CADA QUIEN HABLA SEGÚN LE VA EN LA FERIA
Ante la pregunta, Toña extiende una sonrisa que le abarca los ojos, “¿Cuántos años tengo en la feria?, 30… ni uno más”. Dice haber iniciado su “carrera” en el circo vendiendo palomitas, refrescos y lo que se pudiera “De ahí nos fuimos mi esposo y yo a trabajar atendiendo unos juegos mecánicos, nos rajamos el alma, trabajando los dos al parejo”. Hoy Toña es dueña de 6 juegos infantiles y brinda empleo a 18 trabajadores.

18 trabajadores, la mayoría está presente en esta entrevista, la rodean, la esperan, celebran entre bromas las preguntas y sus respuestas. Con el sol en lo alto y a las puertas de su camper, Toña rememora estos 30 años de andar de la meca a la ceca. 3 hijos, 4 nietos y un hogar en Tizayuca, Hidalgo que sólo visita algo así como un mes al año “A veces vamos dos o tres días, entre feria y feria, es muy pesada esta vida, pero a todo se acostumbra uno”, “menos a no comer” exclama uno de los jóvenes mientras se soba la barriga y la mira con cara de hambre, todos ríen.

Toña afirma que lo más difícil y doloroso de estos 30 años fue educar a tres hijos en la distancia “se quedaban con mis papás porque tenían que ir a la escuela, les llamaba por teléfono para estar un poco cerca, pero si me perdí de muchas cosas con ellos, no los pude disfrutar” había que trabajar para mantenerlos, para darles educación, hoy el varón (que ha seguido sus pasos en el negocio) es quien les ha llegado a reclamar el abandono, el no estar con él cuando era niño “ahora que él es padre sabe lo que nosotros sufrimos al estar lejos de casa, pero ¿pues que le vamos a hacer? Si esta es nuestra forma de ganar dinero”, “…para tener para la papa” insiste el ayudante de Toña ante la risa generalizada.

Ya es hora de preparar el almuerzo y Toña se alista para ello ante las expresiones de alivio de sus trabajadores “Se ve que son unidos” se le comenta a Toña por lo bajo, “¿Unidos? Orita están acá estos cabrones porque tienen hambre, deja nomás que coman y todos vuelan”. Y la plática continua ante la mirada reprobatoria de quienes dicen ser los pollitos “Doña Toña es la mamá de todos estos pollitos” dice entre risas quien parece ser el más hambriento.

“Te invitaría a pasar al camper pero está todo un regadero, es que no nos dejan tender la ropa afuera y pues tengo que buscar como ponerla a secar”. La pregunta es de cajón, ¿Cómo lavan? Cómo cocinan? Con naturalidad Toña dice que en lavadora y agrega satisfecha “ahora soy privilegiada porque tengo mi lavadora, mi estufa, y mi camper es cómodo, pero al principio, cuando no teníamos nada, dormíamos entre los juegos, a la intemperie y en el suelo” hoy Toña puede, cuando el trabajo se lo permite, disfrutar la programación televisiva de una antena parabólica.

Del Camper asoma una joven “es mi hija más chica, ella estudia gastronomía pero como está de vacaciones nos la traemos para pasar tiempo juntos, es a la que más he disfrutado” Toña, ¿le hubiera gustado tener otra vida? Se le cuestiona, lo piensa, se encoge de hombros y exclama “no lo sé, estoy tan acostumbrada a esta vida que cuando voy para mi casa ahí en Tizayuca no mas me enfermo, ya no puedo estar sin este ajetreo de ir de un lado para otro”. De lo que si está segura la curtida mujer es que no es una vida que quisiera para sus hijas “no, no, no” niega vehemente con la cabeza “mis hijas no, por eso prefiero que estudien, ellas no van a pasar por las cosas que yo pasé, mis hijas no”.

El hambre apremia, eso se puede leer en los ojos de quienes presencian la entrevista con Toña, que al final se decide “les voy a preparar una carnita molida y frijolitos” los aplausos la hacen sonreír y malora les cambia el menú “no, mejor unos huevos cocidos o mejor no les doy nada” las quejas surgen de inmediato. Ahí va Toña a continuar con el trabajo diario, el trabajo que inicia apenas clarea el sol en la feria, el lugar es lo de menos. El trabajo en la feria siempre es el mismo.

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